Aquel día había tenido una entrevista de trabajo a primera hora de la mañana. Había enviado el currículum para acallar las voces que lo llamaban vago cuando contaba sus sueños de futuro. Era un trabajo que en el caso que lo aceptaran, ya tenía decidido que evitaría con cualquier excusa barata.
De todas maneras le gustó la entrevista. Era uno de los pocos momentos en los que era el protagonista. El centro de atención. Podía hablar de él mismo sin que nadie se cansara o le mirara con cara de eres un egocéntrico. Le hacia sentir realizado y le permitía improvisar. Le encantaba improvisar, pero casi nunca lo hacia. No tenia nunca la ocasión. Se daba cuenta que le gustaba ser el centro de atención de esa manera. No cómo cuando salía de copas con sus amigos.
Sus amigos. No sabia tan siquiera si le quedaban de eso. Como un ultramarinos ante un aviso de guerra. O si lo que tenia eran más bien buenos conocidos. Ante ellos mantenía otra actitud. Callaba, miraba, escuchaba, bebía del cuello de su cerveza y de vez en cuando reía. Nada más. No solía contar su vida ni sus problemas. Y mucho menos sus sueños. Puede que quizá lo entendieran, pero no quería intentarlo. No quería sentirse como aquellos pocos momentos en los que hablaba de algo o contaba un chiste y era respondido con un silencio que ni tan siquiera le decía: tío, no me interesa; tío, no ha hecho gracia. Y ese silencio indiferente y sin significado le dolía.
Era completamente feliz en su infelicidad los días que pasaba solo sin ver ni hablar con nadie. Pero siempre sentía una presión en el estómago. La soledad indeseada, pensaba él. Se había dado cuenta que el hecho que no le llamaran para ir a hacer algo o para contarle sus penas era por su actitud. Que le pagaban con su misma moneda de desinterés que parecía que mostraba aunque para él significaran otras cosas. Le gustaba estar solo, pero enterarse de que los otros salían, se veían, hablaban y reían le dolía. A él nunca le hubiese pasado. Siempre pensaba que no era culpa suya. Que si le llamaban una vez ya lo habrían encandilado.
Pero entonces aparecía una voz en su interior que decía: y porque no llamas tu? Y él siempre respondía con un estruendoso: porque soy gilipollas.
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Ostres… A mi m’agrada anar a entrevistes de treball més per veure què fan els de la tal empresa – quins projectes tenen, quins plans de futur, quines coses esperen dels empleats, quines coses volen oferir, què necessiten-, no pas per a parlar jo mateixa dels meus acompliments. És una bona forma d’enterar-te de com van les coses al mó laboral, conèixer gent i potser trobar un treball interessant.
Respecte als amics, no crec que qualsevol conegut (i els més avorrits encara menys) tingui el dret d’anomenar-se amic teu només perquè heu sortit a prendre una copa. Si la única cosa que teniu en comú és la passió per la cervesa o el vi, millor oblida’l[s] i intenta conèixer gent interessant. No val la pena perdre el teu temps amb gent avorrida. Pensa que de temps en tenim ben poc!!
Si, jo també tinc amics d’aquests que si no els truques tu mai no et truquen.
Tots tenim amics que els hi costa despenjar el telèfon. No em fa res haver d’anar empaitant a algú de tant en tant, però tindria de ser recíproc. Aquells “anomenats amics” que mai se’n recorden de que existeixo fins que es troben amb mi per casualitat o que sempre esperen que sigui un altre qui els truca, solen acabar al meu bagul dels records.
un bon amic em va dir un dia que els amics amics són aquells que pots comptar amb els dits d’una mà i encara te’n sobren…